jueves, 17 de diciembre de 2015

BITÁCORA

Luis Duarte. De señoras. Chacao, 2013


A Carlos Suárez


El hombrecito se movía diligentemente de un lugar a otro. Se acomodaba los lentes sobre la nariz. Leía con pasmosa dedicación. Esta es mi bitácora. Aquí estoy reuniendo el saber universal, - se decía insistentemente. Sacaba citas y recortes de todos lados. Hacía un álbum de pegotes. Quería hacer una obra maestra.


Un día encontró un escrito poco convencional. Lo leyó con más avidez de la normal en él, luego se quedó absorto. Un tal J. L. Borges le había revelado un secreto. No podía creerlo, él le robó su idea, la atesorada por tanto tiempo. Ahora su obra sería intrascendente. Tomó una determinación. Lo mataré, dijo en su más profundo rencor.


Durante días se afanó en investigar dónde vivía el tal Borges. Meses después consiguió dar con su paradero. Hizo un viaje a un país llamado Bitinia, en donde residía el sujeto, su objetivo. Recorrió calles de una ciudad que nombraban Bonaires. El sitio le gustó mucho y olvidó por unos días sus propósitos.


Se ocupó de registrar en su bitácora todo los que veía, lo que oía. Se fue a la Biblioteca Central de la ciudad. En una de las salas, la más grande de todas, leyó un nombre, el del hombre que lo había llevado a esa ciudad. Recordó repentinamente  su determinación, buscó en el bolsillo de la camisa un papel doblado en cuatro partes. Lo abrió, leyó los garabatos que contenía: J. L. Borges. Calle Argentina, Quinta Buenos Aires, Bonaires, Bitinia. Olvidó su Bitácora III sobre la mesa .


Un taxi lo llevó a la dirección de destino. Tocó el timbre de la casa. Esperó. Una mujer de rasgos albinos, se asomó por la ventana. Volvió a tocar el timbre. Esperó. 


Al fin, la mujer salió para preguntarle con voz gangosa: qué desea, quién es usted.  Me llamo Saínez, busco al señor Borges, - le dijo. ¡Ah, un momento, señor! - contestó la mujer. Entró y volvió a salir. ¡Pase señor Saínez...! - le dijo invitándole a entrar a la casa. 


El corredor era largo y tenía muchas puertas. Con muchos espejos entre las puertas, lo cual lo hacia un espacio laberíntico. Los espejos reflejaban infinitamente su imagen, de lado y lado. Sintió de pronto un deseo de huir. Pero no,  metió la mano derecha en el bolsillo de la gabardina,  palpó el mango del revólver. Esperó, donde la mujer le indicó.


La mujer volvió con un sobre entre las manos, se lo entregó. Él lo tomó, lo abrió, era una nota para él:

Lo lamento mucho, pero alguien ha llegado primero que usted para cumplir su labor. He mirado el rostro de la Gorgona, y Hades mandó sus emisarios antes, en vista de su tardanza. 

J. L. Borges 

Bonaires, 13 de junio de 198(*)

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(*) Nota: en el manuscrito encontrado dos años después de la muerte de J. A. Saínez, ocurrida en 1998, nunca se pudo identificar la fecha, borroneada, de la nota de J. L. Borges.
J. James.











Siul M. Ducas
Mar. 9. 1995
(Jul. 24. 1996)



Con la idea de publicar un libro de relatos que implicara a algunos escritores latinoamericanos y venezolanos, con un juego de sus obras y sus ficciones, que han nutrido mis escritos. El cual reuniría en un libro llamado: Célebre escape del escritor

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