martes, 21 de febrero de 2017

EN TRIUNFO...


Luis Duarte. La Palabra es un Arma. Caracas, 2017



Aquella melodía sonaba en sus oídos dulce y suavemente, Mateos se deleitaba con la música que artísticamente arrancaban las melodiosas manos del teclado. Era lirética y subliminal aquella música, según sus definiciones personales. Pero también le llamaba al recuerdo: dulce y amargo. Despójose del saco que traía puesto. Lo arrojó sobre la cama. Era pequeña la habitación. Se quitó los zapatos y las medias, los puso a un lado de la cama. No encontró que hacer. Fue entonces cuando puso la cinta en el viejo grabador; la melodía comenzó a sonar dulce y suavemente en sus oídos. Luego se dirigió a la improvisada biblioteca, en la cual tenía libros comprados en baratijas callejeras. Tomó uno, lo abrió y leyó:

                  Un poema como una bala
                  no tiene nunca su eficiencia
                  aunque logre imitar su silbido (*)


Pasó algunas páginas y luego leyó más adelantes:

                  estábamos la revolución y unos amigos conversando
                  entonces la revolución se levantó y se fue
                  mis amigos acabaron sus vasos
                  se levantaron y se fueron
                  yo acabé mi vaso 
                  mi vaso se levantó y se fue
                  luego escribí muchos poemas
                  muchos (**)

Cerró el libro, no se concentraba a pesar de tener preferencia por la poesía. Tomó otro libro.  No quería nada especial; en realidad no encontraba nada que hacer en ese momento. Tomó un nuevo libro, lo abrió y leyó en su contenido:

          - ¡ZOPILOTES NEGROS! ¡CUERVOS DEVORADORES!:
          ¡Fuera de mi vista! ¿Quieren que las plantas se sequen? ¡Tomen el otro
          camino, el que da la vuelta pro la casa de doña Casilda, que al fin esa                vieja beata se hincará cuando pasen! ¡Respeten la casa de un                             republicano  juarista! ¿Cuándo me han visto entrar a su templo de                      tinieblas, buitres? ¡No les he pedido ninguna visita! ¡Fuera, fuera! (***)

Le parece interesante, pero lo deja. Recordó que debía ver a unos amigos. Se levantó de la cama. Apagó el reproductor. Se arregló la camisa, se puso medias y zapatos, y salió de la habitación.

Bajó las escaleras y enrumbó sus pasos a la calle Sucre. Caminó cinco cuadras, se detuvo un momento para mirar El Ávila. Había llovido mientras estuvo en la habitación.

Cuando llueve todo se ve hermoso y limpio - pensó. La lluvia limpia el rostro de la ciudad - se dijo para sí, y un recuerdo infantil le vino a la mente.

Continuó su marcha. Llegó a una esquina, entró en un abasto y se tomó un refresco. Luego, llegó a la calle Sucre, se detuvo en una puerta y entró en la casa saludando familiarmente.

- ¿Qué Doña Rosa, cómo está? ¿Se encuentra Marcos?, preguntó.
- Bien muchacho, si, está adentro, pasa estás en tu casa. Le contestó ella.

Entró, recorrió un corredor que daba directo a la habitación de Marcos, al final de la casa. Y en la cama divisó la figura de Marcos.

- ¡Mateos! ¿cómo te va? ¡Caramba hombre, tanto tiempo sin verte!
- Si Marcos, la verdad, es que teníamos tiempo sin vernos. Le dijo. Marcos le ofreció asiento. Y recogió unos libros que tenía dispersos en la cama. Mateos tomó uno de los libros del amigo y lo hojeó distraídamente, mientras conversaban largo tiempo sobre ambos, sobre mujeres, sobre libros, sobre conocidos; y recordaban viejos tiempos a los cuales llamaron mejores.

Doña Rosa, luego de un rato, entró en la habitación con dos tacitas de café y algunos panes rellenos, en una bandeja. Le ofreció a Mateos y a Marcos, y luego se retiró dejando la bandeja en la mesita de noche. Mateos tomó uno de los panes y una tacita de café, y Marcos tomó lo suyo.






Vida donde tantas contradicciones, explotados y hambreadores, tal vez como esos anunciantes - pensaba Mateos. Y recordó haber leído en uno de aquellos libros hojeados en su cuarto, unos versos que decían la prehistoria es todo lo que ves desde lo alto de este edificio... y pensó es cierto lo que vivimos es la prehistoria del capitalismofeudoesclavismo, tal vez algún día las cosas sean diferentes.

Continúo su marcha sin rumbo determinado como sus  meditaciones. Luego de un largo tiempo de caminar, pensar, figurarse historias, poemas y canciones en su mente, Mateos enrumbó nuevamente sus pasos a la pequeña habitación de la Concordia cerca de la plaza. Tomó sus libretas donde apuntaba ideas para su proyecto de novela, que soñaba escribir algún día. Garabateó tres o cuatro ideas, que se le ocurrieron mientras caminaba por la ciudad. Luego tomó una hoja y la introdujo en la maquina de escribir. Buscó iniciar su famosa e inconclusa obra - de la cual tenía algunas cuartillas -, y comenzó a escribir:

"Sentí una rabia incontrolable, se que estuvo mal, demasiado mal, pero afanoso. Estuve a punto de controlarme, mas no pude. Estaba hecho, ya no pude, no se podía hacer nada más. Lo dice, ¡MALDICIÓN! Por primera vez sentí que todo era inútil, no valía la pena de esa manera. Por la fuerza no tenía sentido. No tenía placer. Pero me dejé llevar por la rabia (Punto, se levantó. Cambió la cinta que había llegado a su fin y se acomodó nuevamente frente a la "Olympiette 3", y continuó) Me dejé cegar. Luego aquella sensación; me sentí repugnante, asqueroso y asqueado al mismo tiempo. Sí, fue repugnante o ansía o que sé yo... Lo que sentí, un furor amargo y me recorrió desde la boca hasta el estómago (Punto, se detuvo un instante. Se levantó y se asomó a la ventana y miró a la calle. Había unos chicos que jugaban con un balón de fútbol. Uno de los chicos con grácil aspecto le pareció un buen personaje para un capítulo de su novela. Volvió a la máquina) Sentí una amargura en todas las vísceras. ¡No valía la pena! De ese modo no. Todo me era extraño. Todo fue producto de un incontrolable furor que no era yo.

Desde entonces, lo pensaba una y otra vez. Venía a su mente, una y otra y otra vez, sin dejarle descanso. No valía la pena una relación así, producto de la rabia. De la ira. Del resentimiento... No tiene los mismos efectos, me sentía falso. Me sentí sin sosiego, sin calma (Punto, se levantó de nuevo. Se dirigió a la pequeña nevera y sacó una cerveza. ¡Hace calor!, pensó. La tomó y se sentó nuevamente, la puso un lado de la "Olympette 3" y prosiguió) Creo que si, pasará nuevamente, otra vez me... Sí, me pasará nos pasará; pasará igual, ¿ya no será lo mismo? nos acostumbraremos y es a eso a lo que temo."

Se levantó sacó la hoja de la máquina de escribir y leyó lo escrito.
LA melodía llegaba a su final, se dirigió al viejo reproductor y volteó la cinta, comenzó a correr de nuevo. El unicornio azul me llama... Era Silvio, le gustaba mucho esta pieza, repiqueteó los dedos en la mesita de noche y luego pensó como relacionar la cuartilla que había escrito recientemente con la del hombrecito del chaleco azul y a los hombres que luchaban por el proceso y a las prostitutas y al buhonero chistoso de la calle Macondo y al limpiabotas pícaro que arrolló el automóvil rojo y a la mujer hogareña de los múltiples hijos e hijas y a los borrachos del botiquín de la esquina Piura y al hombre bajo deantijitos y a la chica de los bellos ojos azules, cabello dorado y muchos otros personajes anotados en su libreta de apuntes.

Y recordaba en eses momento su propio compromiso para crear y luchar por un nuevo mundo mejor... Aquella melodía sonó en sus oídos dulce como nunca... Era Pablo, Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada....,  se recostó en la cama y lo único que hizo - quiso - fue soñar que el mundo había cambiado y era un mundo común a todos... Después del triunfo de los oprimidos y le pareció oír unos versos que se semejaban al mundo colectivo...

                                  Todo me comunica,
                                  Vencedor, Hecho mundo,
                                  Su brío para ser
                                  De veras real, en triunfo.....(****)






















Notas:
(*) Estos versos pertenecen a Julio E. Miranda de su libro Parapoemas, publicado por Monte Ávila Editores. (Nota del traductor)...
(**) idem...
(***) Este fragmento pertenece a Carlos Fuentes de su libro Cantar de Ciegos...
(****) Este versos pertenece a Jorge Manrique...












Siul M. Ducas
(Jun. 30. 1986. Caracas)
 
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Este relato forma parte de una idea para publicar un libro llamado: Visión Candente.




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