martes, 28 de julio de 2020

En la Ventana

Luis Duarte. Columnas al cielo. Maracaibo, 2006


I

¿Qué te puedo decir? No sé como, pero así pasó. No sabes cuanto me avivaron unas pequeñas y a la vez grandes palabras tuyas. "Al principio fuistes tan tierno..." 
Pero me dejé llevar por la pasión y lo estropié todo.
"Te tornarste tan brusco".

Llevaré siempre grabadas estas dos frases en mi cerebro. No acabo de precisar que fue. Puenso que tú eres, la persona que puede llegar a comprenderme. Esa persona que siempre he buscado y que no esperé hallar. ¿Cómo saberlo? No sé.

Despuès de lo ocurrido, no será igual. No Sabes cuanto lo siento. No sabes cuanto siento haber estropeado todo. ¡Qué estupido! Pero esos pequeños instantes fueron tan dulces...

Nunca llegaras a saber cuanto significaron para mí. Marcaron algo profundo en mi corazón... Nunca llegaras a saber cuanto... fue, tal vez, demasiado profundo.

Cuando tus ojos se posan en los míos, no te imaginas que siento. Es algo indescriptible; creo que te ha ocurrido lo mismo.

Cierto, mi querida Esperanza, no supe controlarme y me mal interpretaste. Te figuraste cosas que no son ciertas. Sé que pensaste lo peor. Pero no... no fue lo que pensaste.

Yo no soy así. Aunque no lo creas, no lo soy.

Se veía desde la estancia, el gran verdor de la vegetación. A lo lejos una hilera de ranchos... verdes, amarillos, azules, marrones, rojos. En el desfiladero, la basura y la tierra rojuza completaban el panorama. Joaquin continuaba en su insocegable meditación.

Así es Esperanza, no es lo que pensaste. Aquellos besos son sinceros. Tú no lo sabes, pero fueronuna cosa muy grande para mí. Lo otro fue tan espontáneo como ese primer beso. Era algo que estaba en los dos.

Y nos venía comiendo desde hace tiempo. Yo diría desde la primera vez. Si desde que tus ojos y los míos se encontraron.

Joaquin estaba abstraido cuando oyó una voz a su espalda.

- Joaquin, Joaquin, despierta mi'jito. Tú como que estás dormido chico.
- ¡Ah!, eres tú, José Matías. No, solo pensaba.
- Pues, que estabas como en otro mundo. ¿Qué te pasa muchacho? ¿En què estabas pensando tanto, pues?
- No José Matías, no me pasa nada. Pero bueno para qué me buscabas.
- ¡Qué!, para que va a ser. No quedamos en que hoy ibamos al pueblo.
- Cierto, José Matías, se me había olvidado.
- Pero muchacho, cómo te ibas a recordar, si no andas aquí. Pareces ido mi'jo, ido...

Decía José Matías, mienstras se alejaba rumbo a la puerta, deteniéndose para dercirle:

- Te espero en el paredón.
- Esta bien. - Le contestó Joaquin, mientras miraba por la ventana la hilera de ranchos... verdes, amarillos, azules, marrones, rojos.


II

Joaquin se encontrò con José Matías en el paredón. Y enrumbaron sus pasos al pueblo. Joaquin no aparatba su pensamiento de aquella imagen ni de aquellas palabras.

"Al principio fuistes tan tierno...  y te tornarste tan brusco". Permanecieron largo rato en silencio mientras caminaban. José Matías rompió el marcado silencio.

- ¿Qué te pasa muchacho? - Joaquin lo ira y luego responde:
- No sé, José Matñias, no sé...
- Tú estás enamorado muchacho, estás enamorado... - lo dijo con cierta sonrisa pícara.
- Tal vez sea, José Matías. Pero no es eso lo que me preocupa. Es la angustía, José Matías, la angustía.
- ¡La angustía! - exclama José Matías sorprendido ante esta respuesta y al mismo tiempo pregunta:
- ¿Qué angustía?

Llegaron al pueblo, sin darle tiempo a responderle la pregunta a José Matías. Reciben saludos de Yánez y de Gregorio Paván. Estos los invitan a sentarse con ellos. Gregorio les propone jugar una partida de Dominó. Aceptan la propuesta. La gente pueblerina es cordial. En las tardes al concluir las faenas rutinarias, acostumbran a jugar al Dominó, o a las Bolas Criollas o se sentaban a conversar de una u otra cosa, mientras se tomaban en algunas ocasiones unas cervezas.

El rato que pasó Joaquin en el pueblo, le distrajo. Olvidó su preocupación. Pero camino a la estancia en su cabeza merodeaban nuevamente aquellas palabras y es tomado nuevamente por aquellos pensamientos.


III

"Al principio fuistes tan tierno... pero luego, te tornarste tan brusco. No lo vuelvas a hacer, por favor". Esta bién, Esperanza. Pero como queires que te haga entender que no hubo otra intensión. En realidad, todo brotó así, en el momento.

No te confundí con nada. No intento disculparme, solo espero que no me hayas mal interpretado. ¿Por qué estropear algo así? Tú y yo comprendemos, Esperanza. Siento que es así. Tus palabras se me han quedado tan grabadas "fuiste tan tierno...", me han hecho comprender que tú eres la persona que busco.

Joaquin pensaba solamente en lo ocurrido entre Esperanza y él. No le dejaba paz a su pensamiento. En las afueras de la Estancia los vaqueanos arremolinaban el ganado; las mujeres con tobos de agua sobre sus cabezas, se aprestaban ir al fogón y lo preparaban, para las jornadas y la tuesta del café. Los chicos juegan mientras juntan los granos. Otras mujeres en los pilones, pilaban prepárando la masa para las cachapas y las arepas.

No puedo comprender como puede alejarnos una cosa así, tan pequeña. Se decía Joaquín mientras miraba a los hombres de regreso, cumplidas sus faenas en el campo, culminadas con la puesta del sol.

 
IV
 

El sentimiento que invadía a Joaquín, lo desconcentraba de todo quehacer. Siempre que estaba de temporada en la Estancia, le gustaba montar a caballo, salir a los bailes de joropo del pueblo y jugar a los gallos como otros de la región. Pero no se encontraba de ánimo. Todo lo que hacía era pensar. En su mente sólo Esperanza se hallaba presente. Esperanza la linda mozuela de los ojos llamativos.

Pero como pudo pasar aquello, no me lo explico. Esperanza, te prometo que no volverá a pasar. Te lo prometo Esperanza, te lo prometo...

Joaquín pensaba en aquella mujer que lo que tenía loco. Pero es que es tan bella. No sabes cuanto me gustan tus ojos, Esperanza, son...

Esperanza tenía los ojos como dos paraparas encendidas al calor de una noche estrellada. Su rostro era limpio, ovalado, dulce y tierno. Su boca chica y bien formada, y su nariz perfilada y graciosa. Su piel morena claro. Es una mujer que cautivaba a cualquier hombre con la primera mirada.  Joaquín se asomó nuevamente a la ventana. Miró sin ver nada. Su atención estaba en la imagen de Esperanza. Aquella mozuela de ojos llamativos.

Tomó un espejuelo que estaba en una mesa cercana.  José Matías lo usaba para afeitarse, y lo puso por un reflejo inconsciente en la ventana. Miró, luego la hilera de ranchos verdes, amarillos, azules, marrones...

Miró al basurero, luego al horizonte casi rojizo, en tornasol luminoso y opaco.

Esperanza yo no sé como pudo pasar, no me lo explico. "Fuiste tan tierno", pero "te tornaste tan brusco"... Estas eran las frases que rondanban en la cabeza de Joaquín y no lograba deshacerse de ellas. Adios retiró de la ventana y se sentó en una silla junto a la mesa.


V

Joaquín estaba sumido en su meditación cuando entró José Matías.

- Joaquín, muchacho, te llegó esta carta de la capital. Pero muchacho, tómala pues.

Joaquín tornó a la realidad al oír las palabras de José Matías.

- Este muchacho, hay que ver... je, je, je...

Tomó el sobre que minutos antes le ofreciera José Matías, quien salió riendo, dejándolo solo nuevamente.

- Es de ella, es su letra.

Se levantó y se dirigió a la ventana.

- Me ha escrito. Me habrá mandado a decir que vuelva. Quizá me haya perdonado. Sí, debe ser, lo abriré...

Sacudió el sobre y rasgó en uno de sus extremos, sacó el papel de su interior, lo desdobló y leyó:

"Joaquín Alberto he tomado una decisión. Lo nuestro no puede ser. Desde hace tres meses que no te veo, me he dad cuenta que no eres tú el hombre con el que había soñado. Me di cuenta que no te quiero. Me voy a casar el próximo sábado. Espero logres olvidarme. Se que podrás hacerlo. No te niego que llegaste a gustarme, tal vez te amé, pero lo siento, no puede ser.

Adiós, Esperanza".  

"no puede ser, adiós, Esperanza", estas palabras resonaron en el cerebro de Joaquín. "No puede ser", "olvídame", "te tornaste tan brusco", "adiós". Joaquín arrugó el papel y cayó en la silla como un plomo al agua. Se quedó mirando fijo sin mirar nada. "Adiós, olvídame".

En la ventana estaba el espejo, en donde se reflejaba la hilera de ranchos verdes, amarillos, azules, marrones...




Siul M. Ducás

(Oct. 21. 1986)



Con la idea de ser incluido en el libro: Notas del escritor,  en proceso.






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