Luis Duarte. Serie: Museos. Conversando. Caracas 2017
I
Esa mañana se levantó temprano y miró las primeras luces del día, se anunciaba en pocos años su partida del plano terrenal. Él sabía que le quedaba poco tiempo y muchas cosas por hacer. No había ya preocupaciones ese día en espacial, sólo quería disfrutar de la mañana, en la espera del sol.
Era un día claro de 1983. Estaba en su época de estudiante del Liceo, estudiaba Tercer Año del Bachillerato; en el Liceo de Petare. Allí con otros compañeros era parte de la fuerza estudiantil de la Asamblea de Estudiantes, donde pugnaban dos fuerzas de lucha por la vida.
No le dejaron el espacio al status quo del pensamiento de derechas, puesto que en un Liceo de tendencia conservadora, se hacía un ensayo de participación estudiantil. Con mira revolucionarias y de tendencias progresistas, anti Centro de Estudiante copeyano.
Hoy mirando al Este, en su recuerdo, de hace 27 años atrás, elevaba su acción a la lucha social. Y estando en el primer decenio del siglo XXI, se iniciaba un alborada, por lo cual había decidido y se había dedicado parte de su vida a luchar por la participación popular; en el poder de la historia de su país. Pero su amigo Héctor, siempre se burlaba de esos "hombres de lucha", que él consideraba eran anacrónicos o cronopios (rememorando al cronopio que es un dibujo fuera del margen, los cronopios son personajes de una serie de cuentos del libro Historias de Cronopios y de Famas del escritor argentino Julio Cortázar.), pues en estos tiempos, decía "eso no tiene ningún sentido, pues Marx ha muerto y su pensamiento social es parte del olvido". Y eso que él estudió Sociología.
No recuerdo, en cual época me dijo Héctor que realizó sus estudios. Por aquel tiempo yo leía La Broma de Milán Kundera, novela la cual me atrapó, Seix Barral la había publicado un año antescuando la compré en 2002. La leí como lo hago siempre con lentitud y de a ratos. Yo no podía leer como mi amigo Javier que leía en una noche una novela de 800 páginas cuando se apasionaba.
Eran los tiempos cuando competíamos por las lecturas de novelas, para ver quién leía una muy interesante y contarla en las tertulias de los martes. La reunión era en casa de Juan, la idea era ir contando, comentar fragmentos e interesar a los otros en la novela que leíamos. Yo era más lector de cuentos y de poesía, aunque me había leído unas cuantas novelas clásicas. Y necesarias en mi época de estudiante de bachillerato. Esta de La Broma me atrapó. Juan siempre releía las mismas siete novelas desde muy joven, por él ya nos las sabíamos de memoría, casi. Bueno desde su memoria para ser exacto. Pero como toda novela cuando la vuelves a releer es otra nueva novela, cada vez que las refería eran diferentes.
Sí, lo experimenté tantas veces cuando, dejaba de leer alguna o en ocasiones las dejaba a la mitad, y luegocon el tiempo la retomaba o las releía desde el principio de nuevo para terminarlas al fin. No sé por qué, pero lo que releía no me decía lo que antes había leido antes; a pesar de haber hecho notas para lo de las tertulías.
Allí comprendí que la novela era como los escenarios del Teatro Teresa Carreño que puede cambiar en cuestión de espacios sus escenografías. Las novelas para mí eran una consecusión de espacios que se hacían móviles al recuerdo.
II
Miraba al Este, miraba a la mañana por la ruta por donde nace el sol. Como brisas de marzo soplaban los recuerdos de mi juventud estudiantil. Y cuando me pregunté ese por qué, me dí cuenta que todo se debía a que en estos tiempos de pandemía por Covid-19, me enteré de la muerte de un amigo, que sucumbió en los anales de la pandemía.
Y como otros, veo la TV, las cifras de muertos en países como Perú, Brasil y Estados Unidos. No nos educan para la muerte y no nos interesa saber sino de fatuidades estupidizantes de la industria holiwoodense para evadir la realidad. Hoy en día, se habla de las fake news o falsa noticias, pues la vidad nuestra está marcada, regida o controlada por una falsa noticia, que nos oculta las diversas realidades tras las mentiras verdaderas. Esas que nos hacen creer: acumula, guarda dinero, guarda cosas materiales, guarda tus teleniños de leer libros que los hacen pensar, guarda violencia en tu casa, guarda a tus jóvenes de creer en el amor mejor que crean en la televiolencia, guarda a tu mujer de no separase de la telenovela que ofrece el Mago de la Cara de Vidrio, que es el único que tiene derecho a mordear a tus teleniños, a tu telemujer, a los teleabuelos y a los otros teleaudientes a que no piensen sino en las vanalidades. A que crean los fake news que no les dejen vivir una vida propia, sino que con ellos les digan que es lo bueno y lo malo; o quienes son los buenos y quienes los malos. Filosofía absoluta a seguir por los jóevenes telepantallas, los niños telepantallas, los abuelos telepantallas, y otros receptores audiovisuales.
III
Miro al Este, miro la mañana ya despunda de sol, caliente y resonante y resplandeciente y cegadora. Cómo no mirar al Este. Si es la única ventana que tengo en este cuartucho que solo me brinda las cuatro paredes y una puerta y una ventana que mira al Este.
Tal vez mirar al Este posea un enorme potencial de cambio y que como un sino de vida, nos haga creer en la apuesta del optimismo de un mejor futuro en la sociedad de la información en la que ya vivimos, tal vez de cambios.
Buscar una alternativa al tiempo mismo, sin sentido de estrategia o estratagema sentimental.
Todo para mirar a un hombre que mira al Este, con un nuevo hombre que mira al Este, con otro y otro y otro, hasta el infinito.
Siul M. Ducas
(Sep. 2020-Marzo 2021)
Este relato forma parte de una idea para publicar un
libro llamado: Visión Candente.
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